Rumi, Alquimista del corazón, maestro de derviches


[...] La naturaleza de su(Rumi) experiencia interior, podría ser descrita como una experiencia del fuego; 
al fin y al cabo, Dios es para él una suerte de fuego que todo lo consume, de tal manera que su destino no fue otro que consumirse en el fuego del amor divino, a fin de consumarse como ser humano. 

Así, cuando el joven Husâm al-Dîn Çelebî (1225-1284), discípulo y secretario personal de Rûmî en el último tramo de su vida, le insta a explicitar sin rodeos los secretos de dicho amor divino, 
Rûmî rehúsa hacerlo directamente, tal como se recoge en el siguiente diálogo entre maestro y discípulo incluido en el propio Maznawî: 

Yo digo [es Rûmî quien habla]: 
«Más vale que el secreto del amigo sea disimulado y conocido a través de historias. 
Es preferible que sea otro quien cuente el secreto de los amantes». 

Él dice [es el turno ahora de Husâm al-Dîn]: «¡Decláralo abiertamente, de forma sincera y sin ambages! ¡No busques excusas, no seas impertinente! Levanta el velo y habla sin tapujos, que yo no llevo camisa cuando duermo con la amada».

 Yo digo: «Si el amigo se mostrara sin velos, desaparecerías, nada quedaría de ti. 
Formula tu deseo, pero con tacto. 
Una brizna de paja no puede soportar el peso de una montaña. 
Si el Sol que ilumina el mundo se acercara tan solo un poquito más a nosotros, todo se consumiría en su fuego». 

(M I, 135-141) 

RÛMÎ
Alquimista del corazón, 
maestro de derviches.
Halil Bárcena