En noches tan reveladoras, me desvanezco;
la media luna de otros es para mí luna llena.
La noche en que el Amado está entre nosotros
es una noche tan reveladora como cien plenos mediodías.
A nuestro alrededor fracasan las causas impotentes,
pues anhelo el día en que la Primera Causa se desvele.
La pobreza del mendigo no rehúye nada;
con orgullo carga las dificultades ajenas.
Dios me libre de tales emblemas bajo mi túnica;
en cada ciudad llevo tal corona.
La perla que supera a ambos mundos
ha de ahogarse en el mar de mi corazón.
En este mundo alcanzamos el grado de resurrección,
hasta que se desvanecen los pensamientos del más allá y del Día del Juicio.
Conformémonos con la gracia inagotable de Dios,
la gracia que todos los demás intentan evitar.
Todo el mundo, como Shams de Tabriz,
está bajo la sombra de Su parasol.
