■ ¿Cómo se convierte silenciosamente la sociedad en nuestra creencia?
Sabes, queridos lectores, a veces la sociedad es como ese tío demasiado confiado en los casamientos que cree que lo sabe todo.
Te dirá qué trabajo es mejor, qué color te queda bien e incluso cuántas tortillas deberías comer.
Y lo más curioso es que, sin darnos cuenta, empezamos a creerle.
Crecemos dentro de una sociedad y, poco a poco, esa sociedad se convierte en nuestra aqídah, nuestra creencia, nuestro lente por defecto. Dejamos de cuestionarla, igual que dejamos de cuestionar por qué la biryani tiene papas en Karachi pero no en Lahore: simplemente se vuelve “normal”.
Y Allah sabe que, a veces, ese “normal” no es la realidad, sino solo una ilusión larga y bien decorada.
La sociedad nos entrena desde la niñez, y la mente empieza a aceptar cosas sin comprobar si son verdaderas o no.
Es como alguien que te dice que el té está dulce, pero tú jamás lo probaste.
La mente pierde la capacidad de analizar porque está ocupada tratando de “encajar”, de “verse bien”, de “comportarse aceptablemente”.
Y por dentro, la persona real es totalmente distinta. Está así:
“Este no soy yo, ¿por qué estoy viviendo así?”
Pero por fuera, sonríe y sigue actuando.
Esta actuación crea un nuevo problema, un verdadero embotellamiento espiritual.
La persona quiere ciertos resultados en la vida, pero el motor interno no es el mismo que está pretendiendo tener por fuera.
¿Qué pasa entonces? Ansiedad, miedo, confusión.
Cada paso se siente como si fuera a fallar.
Cada plan como si fuera a derrumbarse.
Incluso su propia vida se siente insegura, como si algo se estuviera escapando.
Y todo esto es porque las células internas de la mente, esos pequeños trabajadores dentro del cerebro, empiezan a romperse rápidamente. Están cansadas, confundidas, sobrecargadas, como empleados de oficina un lunes por la mañana.
Ahora entiende esto con suavidad, con una sonrisa ligera y mucha sabiduría.
Cuando la vida interior de una persona es diferente de su vida exterior, no puede caminar derecho.
Un pie quiere ir hacia la verdad, el otro quiere ir hacia las expectativas de la sociedad.
Es como usar un zapato de tu padre y uno de tu hermano menor: claro que vas a caminar torcido.
Así, la persona quiere resultados según sus deseos, pero las células del cerebro se están rompiendo, reorganizando, cambiando continuamente.
Esto vuelve inestable cualquier camino.
A veces los resultados desaparecen, a veces se revierten, a veces la duda se dispara como un cohete.
Y ya conoces la duda, ¿verdad?
La duda es como ese vecino travieso.
Toca tu puerta a las 2 de la madrugada… y luego sale corriendo.
Abres la puerta y te quedas ahí pensando:
“¿Quién me molestó ahora?”
Esa duda debilita la vida.
Y cuando la duda aumenta, el éxito disminuye.
Cuando la duda disminuye, la claridad aumenta.
Ahora escucha el secreto sufí principal, el que huele a perfume espiritual:
La estructura de nuestro cerebro está, en realidad, bajo nuestro control.
No en el sentido médico, sino en el sentido sufí:
el ritmo con que se rompe, el ritmo con que se repara, el nivel de equilibrio…
todo depende del ambiente interior del corazón.
Si el corazón está lleno de confusión, impacto emocional, drama mundano, las células del cerebro se rompen rápido.
Si el corazón está tranquilo, conectado con Allah y viviendo con verdad, las células del cerebro permanecen estables y en paz.
Los sufíes dicen:
“Cuando el corazón deja de actuar, la mente deja de romperse.”
Así que cuanto más duda e incertidumbre lleva una persona en la cabeza, más fracaso experimenta en la vida.
Y cuanto más claridad y certeza lleva, más exitosa, equilibrada y pacífica se vuelve su existencia.
En palabras simples:
Si lo de adentro coincide con lo de afuera, la vida se vuelve suave como un buen té cachemir.
Si lo de adentro y lo de afuera pelean, la vida se vuelve tan brusca como montar un burro en un camino pedregoso.
Que Allah haga que nuestra vida interior y exterior estén alineadas, sean veraces, pacíficas y llenas de Noor.
Y que nos proteja de las ilusiones de la sociedad y nos bendiga con la verdadera creencia, la que proviene de la Luz Divina, no del ruido humano.
اَللّٰهُمَّ صَلِّ عَلَىٰ مُحَمَّدٍ وَّعَلَىٰ اٰلِ مُحَمَّدٍ
— FJ 15.11.25