"Estando en la puerta de la casa de Dios, llamé con insistencia hasta que mi amado preguntó:
- ¿Quién está llamando?
- Soy yo - respondí - ¡Abre!
- ¡Márchate! Pues no hay sitio en mi mesa para el que está inmaduro. Solo el fuego de la distancia y la separación cuece y deja libre de impurezas.
Me marché sollozando y todo un año me lo pasé consumiéndome en ese fuego. Ya cocido y consumido, volví de nuevo a su casa, llamé a la puerta, atento a no decir ninguna incorrección.
- ¿Quién está ahí? - preguntó él.
- Eres tú mismo quién está a la puerta, ¡oh robacorazones! – contesté.
- Ahora que eres yo, entra. Entra ¡oh, yo!, porque no hay en mi mesa sitio para dos."
Extracto del libro: 99 cuentos y enseñanzas sufíes. Editorial Almuzara