La historia
Había una vez un amigo de Dios entre los exaltados.
Una noche, este hombre noble soñó que, en un sendero brillante como la luna llena, se le apareció un ángel. El ángel le preguntó:
—Dime, ¿a dónde te propones ir?
El santo respondió:
—¡A las mismas puertas de Dios!
El ángel dijo:
—Estás tan ocupado con tu trabajo, rodeado de tus posesiones… ¿y aun así deseas llegar a las puertas del Divino?
Aprecias tus bienes y asuntos con tanto cariño; sin duda, la cercanía de Dios debería serte aún más querida.
¿Cómo puedes, cargado con el peso de todo esto, esperar unirte a la Luz de la Verdad?
El hombre se sintió profundamente afligido por estas palabras.
Entonces soltó todo lo que poseía —todo lo que tenía— quedándose solo con un manto de lana sobre su espalda.
Esa noche, el ángel volvió a aparecerse en su sueño y le preguntó:
—¿Y ahora, a dónde te diriges?
El hombre respondió:
—A la presencia del Señor de todos los mundos.
El ángel dijo:
—¿Piensas presentarte ante Él envuelto en ese manto de lana?
Oh conocedor de Dios, ¡no te acerques a Él vestido siquiera con esto!
¿Qué necesidad tiene el Señor de los Mundos de tus ropas o tus harapos?
Al despertar, el santo arrojó su manto al fuego y lo quemó.
Esa noche, nuevamente, el ángel vino a él en sueños y preguntó:
—Oh puro de corazón, ¿a dónde vas ahora?
El hombre respondió:
—A Aquel que armoniza todas las cosas.
El ángel dijo:
—Oh alma bendita, ya que has sacrificado todo lo que poseías, no necesitas ir a ninguna parte.
Siéntate aquí, en quietud, pues ahora el mismo Divino vendrá a ti.
Renuncia a todo —a toda huella del yo—, y cuando estés purificado así,
Dios mismo saldrá a tu encuentro. ❤️
— Farīd al-Dīn ʿAttār, “La conferencia de los pájaros” (Manṭiq al-Ṭayr), p.154