El Sello de la Luz


■ El Sello de la Luz:

La Realidad Muhammediana (al-Ḥaqīqah al-Muḥammadiyyah)**

Antes de que el primer alba se derramara sobre la creación, antes de que el cálamo inscribiera el primer decreto en la Tabla del Ser, existía el Nūr Muḥammad ﷺ —la Luz de Muhammad— la primera de todo lo que Allah trajo a la existencia y la última a través de quien todo es perfeccionado.

▪︎ El Amado Profeta ﷺ dijo en un ḥadīth transmitido por al-ʿAbd al-Razzāq:

“Lo primero que Allah creó fue Mi Luz.”

Esta Luz, al-Ḥaqīqah al-Muḥammadiyyah, es la raíz eterna de toda profecía y el secreto del Corazón de toda revelación.
Es la esencia de la Misericordia divina que anheló ser conocida— el puente entre lo Inmanifestado y lo manifestado, entre el Kun! (¡Sé!) y el fa-yakūn (y es).


■ La Luz Preeterna

Los místicos enseñan que a partir de esta Luz primordial, el cosmos se desplegó.
Fue a través de la Realidad Muhammediana que los Nombres Divinos encontraron su expresión, que la existencia recibió forma, armonía y orden.

Así como las estrellas necesitan del sol para brillar, la creación depende de esta radiancia central.

> “Si no fuera por ti, si no fuera por ti, no habría creado los cielos.”

Aunque a menudo citada como narración poética, esta afirmación expresa una verdad resonada por el propio Corán:

“No te enviamos sino como misericordia para todos los mundos.”
(Sura 21:107)

La misericordia no aparece después del mundo: es la razón de que el mundo aparezca.
Así, el Profeta ﷺ no es solo el último mensajero en el tiempo, sino la primera intención en la eternidad.


■ El Eje de Todos los Profetas

La Luz que brilló en el Profeta Adam,
que navegó en el arca del Profeta Nuh,
que ardió en el fuego de Abraham,
que estremeció la montaña de Musa,
y que respiró en el Corazón de Isa…

era la misma Luz, manifestada finalmente en Muhammad ﷺ.

Cada Profeta habló desde esa Fuente; cada uno fue un destello de su totalidad.

▪︎ Dice Shaykh Ibn ʿArabī ق:

“Todos los Profetas toman su luz del nicho de Muhammad, pues él es el Polo de la existencia y la primera determinación de lo Real.”

Amarlo a él es amar a todos los Profetas, pues ellos son su reflejo en los espejos del tiempo.


■ El Espejo Perfecto

Al Profeta ﷺ se le llama al-Insān al-Kāmil —el Hombre Perfecto—
porque refleja la totalidad de los Nombres Divinos sin distorsión.

Su Corazón es el espejo más puro, en el cual lo Divino contempla Su propia Belleza.

▪︎ Dicen los sufíes:

“Dios miró Su creación, y donde mejor Se reflejó fue en el Corazón de Muhammad.”

En ese Corazón, la misericordia y la majestuosidad están en perfecto equilibrio; el conocimiento y la humildad se abrazan.

Encontrarlo —aun en el recuerdo— es situarse ante la puerta de la Unidad, donde toda multiplicidad se disuelve en Amor.


■ La Luz en Cada Corazón

Esta Luz Muhammediana no está ausente de nosotros: respira dentro del creyente.
Cada acto de recuerdo, cada instante sincero de amor, es una chispa de esa llama eterna.

Cuando el buscador pule su Corazón con dhikr, el reflejo comienza a aparecer.

El Profeta ﷺ dijo:

“Quien me ve en un sueño, verdaderamente me ha visto.”

No porque su forma viaje, sino porque su Luz es el ojo interno del alma.

Los Awliyā’ (amigos íntimos de Allah) son aquellos que han saboreado esa Luz y viven en su fragancia; heredan la misericordia profética y la derraman sobre la creación como compasión, sabiduría y guía interior.


■ Consumación y Retorno

En Muhammad ﷺ el círculo de la revelación se cierra, no por limitación, sino por plenitud.
Él es el Sello, porque en él el Mensaje alcanza su totalidad,
y a través del amor por él, el buscador retorna al Origen.

La creación comenzó con la Luz de Muhammad y a ella retornará.
Él es el Alfa y el Omega del espíritu —la sonrisa de la Belleza divina, por la cual todo conoce a su Señor.

La evolución de la Verdad es el viaje de la Luz retornando a sí misma.
Comenzó como un destello oculto, brilló en los Profetas como llama guía, y alcanzó su completa irradiación en el Sol de la Profecía ﷺ.

Seguirlo no es solo obedecer;
es unir la luz del propio corazón a la Luz cósmica de la Misericordia,
convertirse en un reflejo viviente de esa claridad eterna.


▪︎ Mawlānā Rūmī ق susurró:

“La luz del Profeta es el alma del universo;
quien encuentra esa Luz, encuentra su propia alma.”