que el Profeta iba comiéndolas, el hombre lo miraba expectante. El Profeta se comió
una, luego se comió otra y poco a poco terminó todo el racimo, haciendo gestos de agrado. El pobre hombre se puso muy contento y al cabo de un rato se fue. Los compañeros del Profeta que estaban a su alrededor se sorprendieron. Por lo general, Muhammad compartía con ellos todo lo que tenía, pero esta vez había sido diferente. Así, uno de ellos le preguntó respetuosamente: - Oh profeta de Allah, ¿cómo es que te has comido todas las uvas y no nos ofreciste ninguna a nosotros? - El Profeta sonrió y dijo: - Me comí todas la uvas porque estaban ácidas. Si les hubiera ofrecido a ustedes, habrían puesto mala cara y mostrado su disgusto. Eso habría herido los sentimientos de ese pobre hombre, así que me dije a mí mismo que era mejor que me las comiera yo solo y así ese pobre hombre se sentiría feliz”. Tal era el carácter y la forma de ser de nuestro amado Profeta (sws). 99 Cuentos y enseñanzas sufíes. Editorial Almuzara.